sábado, 30 de octubre de 2010

CENTENARIO DE MIGUEL HERNÁNDEZ



La primera lectura que tuve de la poesía de Miguel Hernández sucedió en circunstancias parecidas a las que el poeta tuvo que afrontar y las refiere en algún momento como: “haciendo turismo”. Pero esa lectura fue de un solo poema de Hernández, porque en ese momento no había más y sólo eso había llegado hasta mis manos. Ese único poema fue suficiente para hacerme comprender la valía y trascendencia de su poética, porque me impresionó de tal manera que me dejó con las ganas de leer más, de buscar sus otros poemas y textos, así como averiguar quién y cómo había sido  la vida de este cautivante poeta.
Fue así como, con el transcurso del tiempo, fui indagando sobre él, y cada descubrimiento era un grato acontecimiento que me impulsaba a identificarme con sus versos y su vida. De extracción campesina, supo elevarse hasta los más grandes ideales de su pueblo y su tiempo, hasta devenir en comunista, y como tal, combatió al fascismo en la guerra civil española, llegando a plasmar la mejor poesía social española.
Cómo olvidar Canción del esposo soldado, que de manera clara y directa te decía los sueños y anhelos por un mundo nuevo y en medio de las trincheras. Era conmovedor, como lo es el conjunto de los poemas del poemario Viento del pueblo y el conjunto de su obra poética. Quedan invitados para leer, o volverlo a hacer, la poética de Miguel Hernández.





CANCIÓN DEL ESPOSO SOLDADO

He poblado tu vientre de amor y sementera,
he prolongado el eco de sangre a que respondo
y espero sobre el surco como el arado espera:
he llegado hasta el fondo.

Morena de altas torres, alta luz y ojos altos,
esposa de mi piel, gran trago de mi vida,
tus pechos locos crecen hacia mí dando saltos
de cierva concebida.

Ya me parece que eres un cristal delicado,
temo que te rompas al más leve tropiezo,
y a reforzar tus venas con mi piel de soldado
fuera como el cerezo.

Espejo de mi carne, sustento de mis alas,
te doy vida en la muerte que me dan y no tomo.
Mujer, mujer, te quiero cercado por las balas,
ansiado por el plomo.

Sobre los ataúdes feroces en acecho,
sobre los mismo muertos sin remedio y sin fosa
te quiero, y te quisiera besar con todo el pecho
hasta en el polvo, esposa.

Cuando junto a los campos de combate te piensa
mi frente que no enfría ni aplaca tu figura,
te acercas hacia mí como una boca inmensa
de hambrienta dentadura.

Escríbeme a la lucha, siénteme en la trinchera:
aquí con el fusil tu nombre evoco y fijo,
y defiendo tu vientre de pobre que me espera,
y defiendo tu hijo.

Nacerá nuestro hijo con el puño cerrado,
envuelto en un clamor de victoria y guitarras,
y dejaré a tu puerta mi vida de soldado
sin colmillos ni garras.

Es preciso matar para seguir viviendo.
Un día iré a la sombra de tu pelo lejano,
y dormiré en la sábana de almidón y de estruendo
cosida por tu mano.

Tus piernas implacables al parto van derecho,
y tu implacable boca de labios indomables,
y ante mi soledad de explosiones y brechas
recorres un camino de besos implacables.

Para el hijo será la paz que estoy forjando.
Y al fin en un océano de irremediables huesos
tu corazón y el mío naufragarán, quedando
una mujer y un hombre gastados por los besos.


               

martes, 19 de octubre de 2010

EN LA PRISIÓN CON MARCOS ANA



Para quienes abrimos los ojos al mundo en los años 70 del siglo pasado, Marcos Ana era una especie de leyenda viviente. Había pasado 23 años en las cárceles de Franco, se había hecho un magnífico poeta entre barrotes y había recorrido el mundo luchando por la amnistía para sus camaradas y la reconciliación de España. Después llegaron los voraginosos ochentas y solo de vez en cuando volví a oír del poeta. Así que fue una enorme y grata sorpresa cuando, auscultando entre las Biografías de la biblioteca de Canto Grande me topé con Decidme cómo es un árbol, su libro de memorias.
Ya no encontré a la leyenda, seguramente porque en el penal de Yanamayo había vivido situaciones semejantes a las narradas en el libro. Pero encontré la experiencia de conjunto de los revolucionarios y comunistas españoles en prisión. Ellos marchan al paredón de fusilamiento con el fuego de la esperanza encendido en sus ojos. Los someten a las peores condiciones de carcelería, pero eso nunca apaga de sus labios la flor de la sonrisa. En verdad, una lectura muy útil, muy aleccionadora. Como todo buen libro, Decidme cómo es un árbol, tiene la virtud de que, narrándote experiencias foráneas, te permite comprender y valorar mejor las tuyas propias.
            Entonces, conforme recorría sus páginas reflexionaba: en largas décadas de ardua brega el pueblo peruano forjó la dirección que lo condujera hacia su emancipación definitiva. Pero justo en la mitad del brillante recorrido, en circunstancias azas complejas (a nivel internacional, nacional, de la guerra y de la vanguardia organizada del proletariado), esa dirección fue apresada. Y concluía que esta particularidad histórica hace que la experiencia de los prisioneros peruanos tenga su propia trascendencia. Y, por supuesto, recordaba a nuestros familiares: nuestro cordón umbilical con el mundo. Estoy seguro de que en su momento, la Historia volverá sus asombrados ojos hacia nuestros padres, hijos, hermanos, compañeras(os) y proclamará su silenciosa heroicidad de décadas. Y concluirá, entonces, que son frutos especiales de un valeroso pueblo, ¡nuestro pueblo!
            Finalmente, me decía: los prisioneros tenemos la tarea ineludible de contar lo que hemos pasado en estos largos años de carcelería y no permitir que la experiencia, principalmente positiva, se volatilice. Las negativas también hay que contarla, por cierto, pero siempre con ánimo aleccionador, como se nos enseñara. Los pueblos del mundo nos esperan a oídos abiertos. El pueblo peruano mismo necesita reconocer a sus mejores hijos. Necesita saber que si sobrepasamos tantas pruebas es porque por nuestras venas corre su historia y en nuestros sueños florece su futuro inexorable. Con nuestros testimonios contribuiremos a hacer realidad ese futuro.
            Ciertamente, no concuerdo con Marcos Ana en su visión sobre la restauración capitalista en la URSS y la caída del Muro de Berlín. Menos aún con su soslayo, al parecer adrede, de la revolución china y el maoísmo. Pero su libro es valioso en tanto entrega la experiencia de quienes no dejaron de combatir aun en las lóbregas mazmorras del enemigo de clase, experiencia que nos sirve ahora que también en el Perú luchamos por la Amnistía General y la reconciliación nacional como parte de una solución política a los problemas derivados de la guerra interna. Finalmente, algo valioso más. Marcos Ana no guarda rencores y no se arrepiente de lo que ha hecho con su vida. A sus más de noventa años no arría sus banderas. Persiste en él su fe en un futuro mundo de igualdad. Desde esta prisión mi saludo y mi agradecimiento por su libro.

Víctor Hernández 


miércoles, 13 de octubre de 2010

EL ARTE Y LA LITERATURA COMO INSTRUMENTO POLÍTICO


     Desde la caída del Muro de Berlín y la desintegración de la URSS (89-91), que marcaron el inicio de la ofensiva general del imperialismo y del repliegue político general de la revolución mundial, ha arreciado nuevamente la confrontación entre opresores y oprimidos, en torno a la relación entre la política y el arte y la literatura. Como el tema es importante, vemos la necesidad de abordarlo porque, pensamos, la comprensión de dicha relación servirá al desarrollo del trabajo artístico y literario, a que el arte y la literatura cumplan su función en la lucha por una nueva sociedad.

La contradicción en el arte: arte por el arte y arte como instrumento de la lucha de clases

     Los críticos de arte y artistas de las clases dominantes sostienen que la política no debe entrometerse en el arte, que éste debe ser “puro”, “incontaminado” por la política. De este modo pregonan el “arte por el arte”. Por ejemplo, “Vargas Llosa se sintió terriblemente ofendido con la publicación del libro Edición Extraordinaria de Alejandro Romualdo. Mario dijo que eso no se podía permitir porque la literatura no podía ser dominada por intereses extraliterarios”.1 Muy bien. Pero Vargas Llosa no es consecuente con sus ideas. En palabras de José Miguel Oviedo: “La ideología opera en todas las novelas [de Vargas Llosa], en mayor o menor grado, de manera implícita o explícita. [...] En un grupo de las últimas novelas [...] el aspecto ideológico [y político, añadimos] ha saltado al primer plano, pero es un tema que siempre está presente”.2  Y si las palabras de Oviedo no bastan, recordemos la novela La guerra del fin del mundo, en la que Vargas Llosa condena el uso de la violencia revolucionaria por los de abajo, pero levanta los valores de la clase terrateniente en la persona del Barón de Cañabrava; asimismo, Lituma en los Andes, obra en la que denigra no solo la violencia revolucionaria sino también a los obreros y campesinos andinos.
     Si vamos más allá, el uso político de la literatura se repite también en otros escritores burgueses. Bástenos señalar tres ejemplos: La hora azul, de Alonso Cueto; El cazador, de Pilar Dughi; y Encuentro con Dante, de Alonso Alegría. ¿Quién podría negar que son obras que tienen una intencionalidad política? Defienden el sistema actual y atacan a los revolucionarios, incluso recurriendo a falseamientos grotescos.
     Por otro lado, existen artistas y escritores que tratan temas fantásticos, intimistas, abstractos, pregonan el culto al placer, la literatura light, etc.; temas que aparentemente nada tienen que ver con la política. Sin embargo, lo cierto es que este “desinterés por la política” revela que estos artistas y escritores están conformes con el sistema, es decir, revela una posición política. Con sus obras “divierten”, “distraen”, y de ese modo sirven a que el sistema establecido se mantenga. Su conformismo es una forma de sostener el orden social imperante.
     Ahora bien, ¿cómo se explica que Vargas Llosa se ofenda con el uso político de la literatura, pero a la vez se valga de ella para hacer política? ¿Cómo se explica que gente que jura practicar un arte apolítico termine haciendo política? La respuesta, a nuestro modo de ver, radica en lo que afirma Mao Tse-tung: “No existe, en realidad, arte por el arte, ni arte que esté por encima de las clases, ni arte que se desarrolle al margen de la política o sea independiente de ella. [...] El arte y la literatura están subordinadas a la política, pero, a su vez, ejercen una gran influencia sobre ésta.”3 
     La historia del arte y la literatura, desde el surgimiento de las clases sociales, está poblada de obras monumentales que reflejan la sociedad de su tiempo, y son claros ejemplos de que la literatura es un instrumento de la lucha de clases, responde a precisos objetivos políticos. Ahí tenemos la Ilíada que refleja el espíritu del pueblo griego y sirvió a su unidad; la Divina comedia, donde se expresa la lucha por separar el poder vaticano del Estado; El Quijote, que golpea a la feudalidad que había empezado a hundirse, junto con todos sus valores caballerescos, bajo la fuerza del capitalismo naciente; Guernica, que es una estremecedora denuncia de la agresión fascista en España y un bello canto a la resistencia del pueblo español. Ningún espíritu sensible a la vida puede ponerse al margen de los hechos sociales y de los intereses clasistas de su tiempo.
     Entre las obras de artistas y escritores peruanos, bástenos mencionar España, aparta de mí este cáliz, en la que César Vallejo toma posición por las fuerzas progresistas en la guerra civil española y combate el fascismo que amenazaba al mundo; así como Todas las sangres, novela en la que José María Arguedas nos muestra la sociedad peruana, desde los intereses del pueblo y la nación, en el contexto de la lucha campesina de fines de los años cincuenta e inicios de los sesenta del siglo XX, y la aguda contienda con los terratenientes y la acción del imperialismo.
     Por estas razones nos adherimos a la posición de que, en verdad, no existe “arte por el arte”, ni arte que esté por encima de las clases sociales. Quienes siembran apoliticismo en el arte, pretenden esconder su política retrógrada, sectaria, de acallar la crítica y combate al sistema desde el terreno del arte y la literatura, mientras enarbolan las traposas banderas del neoliberalismo, cuando los pueblos y naciones oprimidas del mundo luchan por sus derechos y se preparan para las futuras jornadas por venir.
     Los artistas y escritores del campo popular comprendemos que todo arte y literatura pertenecen a una determinada clase social y están subordinadas a sus intereses. No es posible escapar a este designio. Comprendiendo esta realidad, y en ejercicio de nuestra libertad, nuestro trabajo artístico lo concebimos en función de la lucha del pueblo por su emancipación.
     Abordemos el tema ahora desde otros ángulos, para ahondar en su comprensión.

Arte y realidad

     Los artistas viven en la sociedad y actúan en ella; no pueden ponerse al margen de su tiempo ni de las luchas sociales. Por tal razón, todo artista, de una manera u otra, refleja la sociedad desde una concepción del mundo y asumiendo determinados intereses de clase.
     Los artistas y escritores de las clases dominantes sostienen, con algunos matices, que su trabajo creativo está ligado únicamente a su experiencia individual, a su mundo interior; y si reflejan el mundo exterior lo deforman, lo convierten en irreal, o, a lo más, reflejan parcial o episódicamente la realidad, debido a sus intereses de clase. En este sentido resulta expresivo la opinión de Iván Thays: “Cueto y Ampuero son los escritores que retratan la realidad limeña”,4 como si Lima empezara y terminara en los barrios residenciales que retratan dichos escritores; en todo caso, se trata solamente de la Lima de la minoría.
     Las ideas, los pensamientos son reflejo (fiel o distorsionado) de la realidad material. Y como cada persona ocupa un determinado lugar en la producción (como burgueses u obreros, campesinos o terratenientes, etc.), sus ideas y pensamientos están teñidos por la política, por los intereses de la clase social a la que pertenece o de la que defiende. Lo que algunos artistas burgueses consideran “su experiencia” refleja, de una manera u otra, la visión de la clase por la que han tomado posición; “sus obsesiones profundas” son las que corresponden, en mayor o menor medida, a las de su clase social. Por ejemplo, Vargas Llosa, en Lituma en los Andes, distorsiona el mundo andino y a sus hombres a fin de combatir la revolución; la pintura abstracta, que refleja las “interioridades” de sus autores, expresa el pesimismo y la falta de perspectiva de la burguesía; o los cuadros de Tola, de los ochenta, reflejan el temor de las clases dominantes frente a una amenazante guerra popular. En cambio, cuán diferente es el tierno manto andino tejido por José María Arguedas en Yawar fiesta o Los ríos profundos.
     Para nosotros, la vida social del hombre es la única fuente del arte y la literatura. Y la vida del pueblo es la más rica en matices, como son también los sentimientos profundos que impulsan a sus hijos en su lucha por un mundo mejor.
         Es cierto que la obra de arte solo comprende una parte de la realidad. No puede abarcar toda. Es imposible. Sin embargo, ella expresa aspectos esenciales de la vida social entera, en sus proporciones correctas, en sus contradicciones fundamentales, en la dirección de la historia. De manera que lo que se compara entre arte y realidad no son los detalles, sino totalidades; y la obra, como reflejo de una parte de la realidad, debe superarla en intensidad, en generalidad. La vida reflejada en las obras artísticas y literarias debe estar en un plano más alto, ser más intensa, más concentrada, más típica, de esta manera resultar más universal que la realidad de la vida cotidiana, como nos enseña el maoísmo. El arte no es, pues, la reproducción o reflejo naturalista, fotográfico de la realidad, porque este reflejo resulta superficial y no penetra en las esencias. Se requiere de la imaginación, de la fantasía, para penetrar en las profundidades de la realidad y extraer lo sustancial a partir de un fragmento de la realidad. En este proceso, los artistas y literatos expresan su concepción del mundo, sus simpatías y antipatías políticas, así como los  intereses económicos que defienden.
     El arte que trasciende da siempre forma a hombres concretos en situaciones concretas, con sentimientos concretos, hasta la materialización de personajes típicos, con caracteres típicos y en situaciones típicas; refleja en la totalidad de la obra un típico estadio de la sociedad y su sentido histórico. Así, la creación de grandes figuras típicas, como Odiseo, Fausto o Pedro Besukov, por ejemplo, es indesligable de las características típicas de la sociedad que las engendró, a través del genio creador del artista.
     Entonces, los artistas que nos identificamos con el pueblo, debemos poner la política al mando en nuestro trabajo creativo para elevar los fenómenos cotidianos hasta lo general, tipificar las contradicciones y luchas existentes en la sociedad; de esta manera crear obras capaces de despertar a las masas, inflamarlas de entusiasmo e impulsarlas a la unidad y a la lucha para transformar el mundo. Así servir a la lucha del pueblo desde el terreno del arte y la literatura.

Política,  libertad creativa y militancia

     Con frecuencia se escucha que es riesgoso o perjudicial poner el arte al servicio de una determinada política. Pero, veamos, ¿la política constriñe la libertad de creación y perjudica el arte?
     En el caso de la política burguesa esto es cierto, porque ésta manda defender el sistema, y no puede haber nada más castrante que defender un sistema caduco, un orden en hundimiento. Al defender el orden, el artista burgués necesariamente falsea la realidad. Si no lo hace, mostraría todas las miserias esenciales del sistema y la necesidad de transformarla. Entonces, por intereses políticos, están constreñidos a mostrar fenómenos, anécdotas, visiones parciales, y hacerlo pasar por la realidad. Además, la libertad creativa del artista burgués es una libertad supuesta, porque depende del dinero de la burguesía, del mercado creado por su gusto mediocre. Por esta razón, por ejemplo en Lima, la pintura abstracta es la que predomina porque es la que más compran hoy los burgueses; o a nivel mundial, prolifera la literatura light, promovida por los monopolios editoriales, así como la metaliteratura y la literatura fragmentada, ya que, según las clases dominantes, en la “postmodernidad” las ideologías han caducado, como también los ideales y preocupaciones sociales por construir un mundo mejor, y solo queda pregonar el individualismo a ultranza, desviar a la juventud con el culto al placer y, tras el cosmopolitismo proimperialista, socavar la lucha nacional.    
     En cambio, ponerse bajo la guía de la política proletaria permite desarrollar la creatividad artística. El Presidente Mao enseña: “[El arte en la China socialista] debe reflejar las características de los tiempos y de la nación. Al tratar de lograr esto no deberíamos evitar la experimentación. […] No queremos la uniformidad absoluta. La uniformidad lleva a escribir en fórmulas.”5 Asimismo, sostiene que “para promover el desarrollo del arte […]. Pueden desarrollarse libremente distintas formas y estilos en el arte [...]. Consideramos que es perjudicial al desarrollo del arte […] recurrir a medidas administrativas para imponer un particular estilo de arte […] y prohibir otro”.6
     La causa del pueblo es una tarea inmensa, y queda mucho por hacer; de ahí que requiere la máxima energía, la máxima creatividad. Requiere que el artista y el escritor desplieguen todas sus potencialidades para investigar el pasado para que sirva al presente, lo viejo a lo nuevo y lo extranjero a lo nacional; investigar para abordar nuevos temas, experimentar nuevas formas y técnicas. Exige estudiar las leyes de la creación artística y literaria y así dotarse de una sólida teoría y aportar a la especificación de dichas leyes para nuestro trabajo concreto; exige estudiar la sociedad y sus leyes para así reflejar sus contradicciones sustanciales y el sentido de la historia, así como para darle forma nacional a sus obras.
      Por otro lado, se dice que la militancia partidaria limita, restringe la libertad de los artistas. Más aún, a los comunistas se les endilga promover un arte dogmático, en base a “normas”, a “recetas”, a “patrones” impuestos autoritariamente. Respondemos con la práctica de los artistas que asumieron la ideología y política proletarias, incorporándose a las filas de la vanguardia organizada de la clase obrera. Ahí tenemos a nuestro César Vallejo, innovando la poesía, a Bertolt Brecht haciendo lo propio en teatro, a Serguei Eiseintein transformando el cine en arte, a David Alfaro Siqueiros dando nuevos rumbos a la pintura, para citar sólo a algunos de los más destacados. Ya César Vallejo concluyó al respecto: “El tipo perfecto de intelectual revolucionario, es el del hombre que lucha escribiendo y militando simultáneamente”.7
          Lo que ya vimos en la historia. Como dice José Carlos Mariátegui: “En los periodos tempestuosos de la historia, ningún espíritu sensible a la vida puede colocarse al margen de la política. [...] Dante intervino ardorosamente en política y esa intervención no disminuyó, por cierto, el caudal ni la prestancia de su poesía”.8 Asimismo Engels, acerca de los grandes artistas del Renacimiento dice: “lo que sobre todo los distingue es el hecho de que casi todos ellos vivían y se afanaban en medio del torbellino del movimiento de su tiempo, entregados a la lucha práctica, tomando partido y peleando con los demás, quiénes con la palabra y la pluma, quiénes con la espada en la mano, quiénes empuñando la una y la otra. De ahí aquella fuerza y aquella plenitud de carácter que hace de ellos hombres de una pieza.”9    
     Lo planteado no implica que preconicemos solo el arte proletario y nos opongamos a que el pueblo desarrolle su arte. Lo que nos preocupa es que el arte y la literatura proletarios no se expresan aún como debieran, frente a un arte popular masivo, especialmente del campesinado y la pequeña burguesía, que requiere del rumbo político del proletariado para que sirva mejor a la nación y a la lucha contra el imperialismo.
     Entonces, queda demostrado, a la luz de la práctica que es criterio de verdad, que poner la política proletaria al mando del trabajo artístico y literario, o asumir la militancia partidaria, no constriñen la creatividad, no implican esquematismo ni la imposición de normas rígidas. En contra de lo que imputan los burgueses, la ideología y política proletarias potencian la creatividad y permiten desarrollar el arte y la literatura, innovándolas. Y es que, como ha sucedido en la historia del arte, sus figuras más grandes son aquellas que frente al nuevo contenido, generaron nuevas formas, dando nacimiento a un arte nuevo.

La política guía el arte y la literatura
    
     El arte es el reflejo de la realidad en el cerebro de los artistas, de acuerdo a su experiencia social, quienes lo materializan en sus obras a través de imágenes artísticas y aplicando las leyes de la creación artística. Y por medio de sus obras, las ideas y la intención del artista son asequibles a la percepción de los hombres y son capaces de influir en ellos. Resaltando la belleza de unas cualidades y la fealdad de otras, el arte influye sobre los hombres; esto es, con medios estéticos cumple su función social.
     La política es la lucha de clases por el Poder; la lucha entre explotadores y explotados, entre opresores y oprimidos, por conquistar, defender o mantener el Poder.
     En esta lucha, las clases sociales emplean diversas armas. Una de éstas es el arte. De manera que éste es un instrumento político. Desde que existen las clases sociales siempre lo ha sido. Lo que sucede es que todas las clases explotadoras en su decadencia pregonan la independencia de la política respecto al arte y ponderan la forma artística.
     Visto así, el arte está subordinado a la política. Ésta le guía, y las clases sociales lo emplean en su lucha por el Poder político. Por tal razón, cuando se hace equivaler el arte a la política se resbala en propaganda, en cliché, lo que no permite plasmar una obra artística. Ello revela empirismo; en unos por desconocimiento de las leyes de la creación artística y, en otros, por dogmatismo, por falta de creatividad. La mente dogmática, por ser floja, no crea, se limita a trasladar las consignas políticas al papel. La concepción proletaria la empuñamos para comprender el mundo, la sociedad y sus contradicciones, el arte y la literatura, y no con el fin de escribir disertaciones filosóficas en nuestras obras artísticas y literarias. El método de creación permite construir una obra artística a partir de la realidad, y reflejar sus contradicciones internas con sentido histórico.
     El arte tiene un contenido ideológico y un contenido político, que en la obra de arte se expresan bajo forma sensible; y es esta sensibilidad estética la que mueve la conciencia. Para ello, hay que llevar la política al arte de un modo natural, interno, según leyes específicas, no de un modo artificial, externo. En concreto, implica aplicar lo que enseña Engels: “Vale más para la obra de arte que las opiniones (políticas) del autor permanezcan escondidas”; 10 que “la tendencia [política] debe resaltar de la acción y de la situación. Sin que sea explícitamente formulada, y el poeta [y artista en general, añadiríamos] no está obligado a dar al lector la solución histórica futura de los conflictos que describe. [...] en mi opinión, una novela de tendencia socialista llena perfectamente su tarea cuando, por una pintura fiel de las relaciones reales, destruye las ilusiones convencionales, rompe el optimismo del mundo burgués, constriñe a dudar de la perennidad del orden existente, aunque el autor no indique directamente solución, aunque, dado el caso, no tome ostensiblemente partido”.11 Y que resulta reprobable “entre los literatos de segunda categoría, suplir la mediocridad de sus productos con alusiones políticas, seguros de llamar la atención”.12

Poner la política al mando en contenido y forma

     La obra de arte está constituida por dos aspectos de una unidad dialéctica: contenido y forma, entre los que debe haber correspondencia en el más alto nivel posible.13
     ¿Cómo probar que el contenido de una obra está bajo el mando de la política? La idea básica de una obra, la historia, el perfil de los personajes, etc., están subordinados a la concepción del mundo y los intereses políticos del autor, así no sea conscientemente. El contenido es una manifestación del pensamiento del artista, de su consciencia de la realidad y de su ubicación dentro de la sociedad, de si es explotado o explotador, oprimido u opresor. Por tal razón, el contenido obedece a una política determinada. Por eso, artistas ubicados en campos opuestos de la sociedad tienen enfoques diferentes sobre un mismo tema. Así, el tema de la nación en el Perú es abordado de una manera por Vargas Llosa, en Lituma en los Andes, y de otra, opuesta, por José María Arguedas, en Todas las sangres; no simplemente porque las historias son diferentes, sino debido a las concepciones antagónicas de los autores y su intencionalidad política; de ahí que, por ejemplo, los campesinos y obreros denigrados por el primero, son los héroes del segundo, y viceversa.
     Visto así, somos de la opinión de que el contenido de nuestras obras debe situarse siempre dentro de las exigencias de la lucha de clases, en un momento concreto; mostrar las aspiraciones de las masas populares, sus ideas, luchas, heroísmos, victorias y aleccionadores fracasos, las experiencias y enseñanzas de cada jornada, de cada paso hacia la consecución de la meta de la humanidad.
     En cuanto a la forma, es extendida la opinión de que ésta es un problema de técnica e independiente de la política. Pero, ¿cómo se manejan los aspectos formales? El tipo de lenguaje artístico empleado, los recursos materiales figurativo-expresivos aplicados, la estructura, la composición, el montaje y todos los elementos que constituyen la forma, evidencian la sensibilidad, el alma del artista. Como dice César Vallejo: “la técnica […] pone siempre al desnudo lo que, en realidad, somos”; y concluye: “Dime cómo escribes y te diré lo que escribes”.14 Visto así, la forma, y la técnica dentro de ella, no se presta a la falsificación ni a la simulación. Evidencian la verdadera sensibilidad de un hombre, ponen al desnudo lo que en realidad somos y sentimos, revelan nuestra personalidad, nuestras intenciones, nuestros intereses de clase.
     Si vemos el lenguaje literario, el empleado por los escritores del pueblo es el castellano peruano que se va concretando, un lenguaje creado y enriquecido por las masas populares, en el que late el espíritu nacional; mientras que el empleado por los escritores burgueses está dominado por un cosmopolitismo proimperialista, y cuando pretenden emplear el lenguaje de las masas lo hacen despreciativamente. De manera similar, en el medio ambiente retratado, los primeros ponen de manifiesto la vida del pueblo y las particularidades de la nación en forja, mientras que los segundos, tras ese cosmopolitismo, si no huyen hacia escenarios europeos o norteamericanos, observan la realidad del país con el cristal de sus amos imperialistas. De esta manera evidenciamos que la política está al mando del lenguaje literario y artístico, como de todos los elementos formales.
     Los artistas burgueses copian las formas artísticas del extranjero. En cambio, quienes hacemos obras para las masas populares y tomamos las particularidades nacionales, asimilamos lo extranjero con espíritu crítico, para que sirva a lo nacional, así como lo viejo a lo nuevo y el pasado al presente. Lo que nos permite separar el grano de la paja es la política. De manera que los colores y matices que usemos, el lenguaje que empleemos, la composición y estructura que demos a las obras, los tipos de recursos expresivos que usemos, el cómo abordemos el montaje de nuestras obras, etc., etc., todos los elementos formales están bajo la guía de la política, están en función del contenido que pretendemos transmitir, del efecto que buscamos en nuestro público.
     Lo visto lleva a preocuparnos y esforzarnos por echar raíces profundas en la ideología y política del proletariado, de manera que lo expresemos en el contenido y la forma de nuestras obras.
     Por estas razones nos reafirmamos en la gran condensación y directriz establecida por el más grande maestro del proletariado peruano: “Poner la política al mando en arte y literatura es poner la política al mando tanto en el contendido como en la forma; la cuestión no es ‘contenido político’ y ‘forma artística’ como si la ‘forma artística’ escapara a la política.”

     Todo lo expuesto está sintetizado por Mao Tse-tung en los siguientes términos:

     En el mundo actual, toda cultura, todo arte y literatura pertenecen a una clase determinada y están subordinadas a una política determinada. No existe, en realidad, arte por el arte, ni arte que esté por encima de las clases, ni arte que se desarrolle al margen de la política o sea independiente de ella. [...] El arte y la literatura están subordinadas a la política, pero, a su vez, ejercen una gran influencia sobre ésta.15
   
     La política no equivale al arte, ni una concepción general del mundo equivale a un método de creación y crítica artísticas. [...] [En] toda sociedad de clases, cada clase tiene sus propios criterios político y artístico. Pero todas las clases, en todas las sociedades de clases, siempre colocan el criterio político en primer lugar y el artístico en el segundo. [...] Lo que exigimos es la unidad de la política y el arte, la unidad del contenido y la forma, la unidad del contenido político revolucionario y el más alto grado posible de perfección de la forma artística [...]. Por progresista que sea en lo político, una obra de arte que no tenga valor artístico, carecerá de fuerza. Por eso nos oponemos, tanto a las obras artísticas con puntos de vista políticos erróneos, como a la creación de obras al ‘estilo de cartel y consigna’, obras acertadas en su punto de vista político pero carentes de fuerza artística. En el problema del arte y la cultura, tenemos que sostener una lucha en dos frentes.16

Conclusiones y tareas

     De lo expuesto y fundamentado, concluimos: El arte y la literatura son instrumentos políticos, son instrumentos de la lucha de clases por el Poder. Los artistas y escritores del pueblo debemos preocuparnos por comprender teórica y prácticamente, y, de este modo, usarlos abiertamente; solo así podremos servir a que el pueblo se prepare para las futuras jornadas por venir. Actuar conscientemente poniendo la política al mando, demanda estudiar la realidad bajo la luz de la concepción científica del proletariado, así como las leyes de la creación para reelaborar la realidad. Preocuparse por la repercusión de nuestras obras en las masas populares y ver si cumplen su función social.
     El país ha vivido una guerra interna, hecho de indudable trascendencia histórica, y las heridas abiertas en el enfrentamiento, que involucran al conjunto de la sociedad, no terminan de cerrarse por responsabilidad de las clases que detentan el Poder. Esta realidad demanda una solución política, una amnistía general en función de la reconciliación nacional, a cuya concreción debemos servir con nuestro trabajo artístico y literario. Parte de la situación pendiente es que la legislación de tiempos de guerra se mantiene en lo sustancial y, pese a que la guerra ya concluyó, se la extiende a la protesta popular. De ahí la importancia de la brega, desde el arte y la literatura, por los derechos fundamentales, dentro del nuevo momento de la lucha popular que vemos reimpulsarse por acción de la masas que han elevado su conciencia política al influjo del movimiento de transformación más grande que hemos vivido.
     Como parte de esta brega se encuentra la bandera de lucha por los derechos del arte y de los artistas, para servir a preparar el terreno para el futuro del pueblo. Lo que demanda: Defender nuestro arte tradicional, nuestro arte popular y nuestro arte proletario, para desarrollar nuestra nación contra el dominio imperialista, principalmente yanqui; por ello, es necesario que todas las clases sociales que conforman el pueblo hagan su arte, desplegando creatividad y bajo el mando de la política. Desarrollar el arte proletario como directriz y el arte popular como base; y contraponerlos al arte de las clases dominantes. Sacar lección de lo avanzado en el mundo y en el país, especialmente de los tiempos de guerra interna. Esforzarse por que no sea repetición ni copia, que sea lo propio y lo nuevo, que exprese la nación en formación, la lucha contra las tres montañas que oprimen al pueblo: el capitalismo burocrático, la semifeudalidad y el imperialismo, y a la vez exprese lo nuevo, la perspectiva, la meta.
     Vivimos la era de las grandes transformaciones sociales. Actualmente, tanto en el país como en el mundo, la bruma se despeja gracias a los nuevos vientos de lucha popular, que con el correr de los años, a no dudarlo, irá gestando y produciendo grandes y más altas olas que transformarán la faz de la Tierra. Nuestro destino, como trabajadores del arte de las filas del pueblo, es indesligable de este proceso. Nuestra responsabilidad consiste en prepararnos conscientemente para cumplir nuestro papel al servicio de las futuras jornadas por venir, empleando el arte y la literatura como instrumento de la lucha de clases, poniendo la política proletaria al mando.

Walter Vargas Cárdenas
Abril 2010



1        En Artes y Libros, Nº 12. Revista de la Biblioteca Nacional del Perú, diciembre 2005.
2        En Fama, de La República, Lima, 22 abril 2001.
3        Mao Tse-tung. Obras Escogidas, T. III. Pekín: Ediciones de Lenguas Extranjeras, 1972, p. 85.
4        En La Primera, Lima, 25 de febrero de 2006.
5        Mao Tse-tung. Conversaciones con trabajadores de la música, 1956.
6        Ídem, Cinco tesis filosóficas. Pekín: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1971, p. 207
7        Vallejo, César. El arte y la revolución. Lima: Mosca Azul Editores, 1973, p. 15.
8        Mariátegui, José Carlos. Signos y obras. Lima: Editora Amauta, 1978, p 125.
9        Engels, Federico. Dialéctica de la naturaleza. México: Grijalbo, 1961, p. 4.
10    Ídem. Carta a miss Harkness. 1888.
11    Ídem. Carta a Minna Kautsky. 1885.
12    Ídem. El Estado prusiano. 1851.
13    Nueva Crónica, Nº 2. Lima, 2007, pp. 3-6.
14    Vallejo, César. Ibídem, pp. 67, 68.
15    Mao Tse-tung. Obras Escogidas, T. III. Pekín: Ediciones de Lenguas Extranjeras, 1972, p. 85.
16    Ídem. Ibídem, pp. 88-89.


domingo, 10 de octubre de 2010

ACERCA DE LA CONTRADICCIÓN EN EL ÁTOMO



ACERCA DE LA CONTRADICCIÓN EN EL ÁTOMO

                                                                    “La  contradicción, ley fundamental única de la incesante
                                                                     transformación de la materia eterna.”

    El desarrollo del conocimiento siempre se presenta en lucha contra el pensamiento de las clases representantes de lo viejo en la sociedad. Así fue cuando surgió la filosofía como materialismo con Tales de Mileto y poco después como dialéctica con Heráclito de Éfeso, en el siglo VI a.n.e.; posición materialista que años después llegó con Demócrito (siglo V a.n.e.) a su más alto desarrollo del sistema social esclavista. Heráclito sostenía que todas las cosas están en constante cambio debido a fuerzas internas; mientras que el idealista y metafísico Parménides, acérrimo enemigo de aquél, desconfiaba del testimonio de los sentidos y negaba el movimiento, el cambio. Platón, a su vez acérrimo enemigo de Demócrito, seguía a Parménides en que únicamente lo que está libre de contradicciones es cognoscible, y afirmaba en cambio que el mundo sensible no lo es, puesto que tanto el movimiento como el cambio contienen contradicciones.

Del átomo de Demócrito al quark
     Demócrito desenvuelve su trabajo en este contexto de la lucha ideológica y, siguiendo a Leucipo, sostiene: “Nada existe, aparte de átomos y vacío”, que la materia está constituida por pequeñas unidades indivisibles (átomos), invariables, eternas, que se hallan en movimiento constante y se diferencian entre sí únicamente por su forma, magnitud, situación y orden, que todo cambio en el mundo puede interpretarse como una reorganización de los átomos en el vacío.
     La profundización del conocimiento de las formas más ínfimas de la materia (microcosmos) ha generado diversos cambios en la formulación hecha por Demócrito. Lo que seguimos llamando átomos no son impartibles, sino que están compuestos por protones, neutrones y electrones, y que los primeros están compuestos, a su vez, por quarks; sin embargo, entre otros, estos descubrimientos de importancia, en modo alguno niegan, como formas de la materia, la existencia objetiva del átomo y las partículas que lo conforman. Esta profundización ha llevado, a que las ideas iniciales de Demócrito se conserve sólo una que es sustancial: en la naturaleza existe límite de divisibilidad de la materia, más precisamente, de formas de ésta, límite después del cual la materia se transforma, adquiriendo nuevas cualidades. Es evidente entonces que la dialéctica está presente en las forma ínfimas de la materia; por tanto, la ciencia, como siempre, da mayor base al materialismo dialéctico como concepción científica del mundo, considerando, además, que la “destructibilidad” del átomo, su inagotabilidad, la mutabilidad de todas las formas de la materia y de su movimiento, han sido siempre el pilar del materialismo dialéctico. Todos los límites en la naturaleza son condicionales, relativos, móviles, expresan la aproximación de nuestra inteligencia al conocimiento de la materia, pero esto no demuestra en modo alguno que la naturaleza, la materia misma, sea un símbolo, un signo convencional, es decir, un producto de nuestra inteligencia, como sostienen los neopositivistas
     De acuerdo a los conocimientos alcanzados hasta hoy podemos decir de manera muy sintética, que el átomo consta de un núcleo, formado por protones de carga eléctrica positiva y neutrones de carga eléctrica positiva y neutrones, alrededor del cual giran los electrones que poseen carga negativa, a modo de nubosidades y a velocidades muy altas, cercanas a la de la luz (300 000 km/s). El átomo tiene un diámetro de alrededor de 10-8 cm, y el núcleo de alrededor de 10-13 cm (para tener una idea de las proporciones, si el átomo tuviera un diámetro de un kilómetro, el del núcleo sería de un centímetro). Pero casi toda la masa del átomo está en ese pequeñísimo núcleo (el protón tiene 1836 veces la masa del electrón y el neutrón, 1837,5).

Materia e idea. Dialéctica y metafísica
     Actualmente vemos cómo se vuelve a atacar el materialismo y la dialéctica y se derivan conclusiones idealistas, metafísicas y neopositivistas de los descubrimientos científicos en el microcosmos. Los físicos Paul Davies y John Gribbin, filosóficamente idealistas, hablan en su libro “Los mitos de la materia” de una supuesta “muerte del materialismo” y sostienen, por ejemplo, que “La mecánica cuántica parece imponer una limitación inherente a lo que los científicos pueden decirnos del mundo, y eso reduce a meros modelos a entidades que considerábamos como reales por derecho propio”; y desde el neopositivismo: “La mecánica cuántica nos faculta para relacionar diferentes observaciones realizadas sobre, digamos, un átomo. La teoría debe considerarse como un procedimiento para conectar dichas observaciones en algún tipo de esquema lógico consistente: un algoritmo matemático. El uso de la palabra ‘átomo’ es sólo una manera informal de hablar de dicho algoritmo ... pero no significa que el átomo esté realmente aquí como una entidad bien definida, con un conjunto completo de atributos físicos propios ...”. A lo que añaden de manera sumamente expresiva: “hay lugar para la religión”, revelando hasta posiciones creacionistas, precisamente cuando los descubrimientos científicos evidencian la existencia de nuevas formas de la materia, nuevas formas de su movimiento y la complejidad de las mismas, y que todo ello no en sino movimiento de la materia en el espacio y el tiempo, indesligables de ella. La inteligencia humana ha descubierto muchas cosas extraordinarias en la naturaleza y, con seguridad, descubrirá aún más, aumentando así su dominio sobre ella, pero eso no quiere decir que la naturaleza sea una creación de nuestra mente o de una mente abstracta (o sea, de un “dios”). La única “propiedad” de la materia, con cuya admisión está ligado el materialismo dialéctico, es la propiedad de ser una realidad objetiva eterna, de existir fuera de la conciencia en incesante movimiento y transformación. Y todas las formas de existencia de la materia descubiertas hasta hoy lo demuestran fehacientemente.

Cómo se manifiesta la contradicción en diversos niveles
     El surgimiento de la teoría atómica, en Grecia, siglo V a.n.e., se dio en medio de la enconada lucha entre materialismo e idealismo, así como entre dialéctica y metafísica. En las actuales circunstancias, cuando el imperialismo, encabezado por el yanqui, propala metafísica en defensa de su caduco y nefasto sistema, es de especial importancia demostrar cómo se expresa la dialéctica en el átomo, como parte de la lucha ideológica y la defensa de la concepción materialista dialéctica. Y hablar de dialéctica implica hoy hablar de la contradicción como ley fundamental única de la incesante transformación de la materia eterna. Ensayemos, pues, encontrar el complejo de contradicciones, de unidades de contrarios, existentes en el átomo, en diversos niveles.

En el átomo
     El átomo es una unidad de dos contrarios: núcleo atómico y electrones. Estos forman una contradicción. El núcleo es el aspecto principal ya que determina el número de electrones y, lo que es esencial, determina la cualidad del átomo específico (por ejemplo, el átomo con un protón en su núcleo es el hidrógeno; con dos, helio; con ocho, oxígeno; con noventa y dos, uranio, etc.). La atracción entre cargas eléctricas opuestas de electrones y núcleo (determinada por la carga de los protones), es la que mantiene unido al átomo, y este hecho lo explica la mecánica cuántica. Puesto que cada átomo es eléctricamente neutro, el número de electrones en la nube de electrones tiene que ser exactamente igual al número de protones en el núcleo. Entonces, en el nivel atómico la fuerza dominante es la electromagnética, que retiene a los electrones junto al núcleo y permite que los átomos se combinen entre sí para formar moléculas, que implica mayor complejidad en la organización de la materia. Además, la contradicción núcleo-electrones genera un campo electromagnético (otra forma de existencia de la materia) que “llena el vacío” entre las partículas subatómicas que interactúan, y hace que también actúen como unidad.

En el núcleo atómico
     El núcleo atómico es, a su vez, una unidad de contrarios: protones y neutrones. ¿Cómo entender esta contradicción? En el núcleo actúan dos clases de fuerzas contrarias. Una es repulsiva, debida a la intensa interacción de cargas eléctricas del mismo signo, es decir, entre los protones que conforman el núcleo: la otra es atractiva, es la fuerza nuclear fuerte, de acción próxima (sólo actúa a distancias del rango del diámetro del núcleo), que se comporta como un conjunto de ganchos que sujetan a los protones y neutrones sólo cuando éstos se encuentran dentro del rango de distancias mencionado, y consigue superar al aspecto contrario: la repulsión eléctrica entre protones. A nivel del núcleo atómico, cuando se encuentra en estado estable, los protones constituyen el aspecto principal de la contradicción, ya que su número define su carácter específico (por ejemplo, un núcleo con seis protones no puede corresponder sino al carbono). Los núcleos más pesados tienden a la inestabilidad, en la que cumplen principal papel los neutrones, es decir, el otro aspecto de la contradicción; situación en la que se generan procesos de transformación a través de emisiones de partículas nucleares (como es la emisión de partículas alfa) e incluso la división del núcleo (fisión nuclear), dando como resultado la formación de otros núcleos atómicos, debido a la variación del número de protones. La contradicción es, pues, motor de estas transformaciones, y se expresa también como unidad y lucha entre atracción y repulsión, en la que una puede ocupar el lugar de la otra en determinadas condiciones.

En protones y neutrones          
     Experimentos realizados por algunos físicos, como Burton Richter y Chao Chung Ting en 1974, han permitido determinar que los protones y neutrones están formados por partículas más pequeñas, a las que se conoce como quarks. Han llegado a precisar algunas de sus características, como las que han denominado “sabores” (de seis clases) y “colores” (tres diferentes). Si tenemos en cuenta que la dialéctica nos enseña que uno se divide en dos, ¿cómo se expresa este principio en los protones y neutrones? Un protón contiene dos quarks de un sabor y uno de otro; similarmente en el caso del neutrón. ES decir, en ambos encontramos quarks de dos “sabores” distintos, que, aunque por el momento no podamos precisar los detalles, forman una contradicción. Además, los quarks que forman los protones y neutrones están unidos por una fuerza de atracción intensa –la más intensa conocida hasta hoy en la naturaleza- y de muy corto alcance: la fuerza nuclear fuerte, la que se impone a otra que es repulsiva, debido a que los quarks son partículas cargadas eléctricamente (similar q lo que vimos en el caso de los protones). Nuevamente encontramos la contradicción atracción-repulsión. Por otro lado, aplicando el materialismo dialéctico, podemos prever que posteriores descubrimientos deben explicar, a la luz de la ley de la contradicción, la propiedad de la interacción nuclear fuerte conocida como “confinamiento”, que consiste en que la fuerza nuclear fuerte siempre liga a partículas de diferentes colores, como en el caso del protón y neutrón que están constituidos por tres quarks, uno de cada color.
     Otra forma del “confinamiento” que sí muestras palmariamente la contradicción es la que permite la combinación de quarks de un color con su antiquark del mismo color; tales combinaciones forman las partículas conocidas como mesones, que son inestables porque los dos aspectos de la contradicción se “aniquilan” entre sí, produciéndose su transformación en electrones y otras partículas.
     Quisiéramos destacar la desintegración de neutrones como un hecho notable donde se expresa claramente la contradicción, que uno se divide en dos. Esta desintegración deja como restos un protón, un electrón y un neutrino. El protón y electrón tienen cargas eléctricas opuestas y forman una unidad de contrarios (el neutrino no tiene carga eléctrica). Cuando esto se produce en el núcleo atómico, el electrón y el neutrino son emitidos, mientras que el protón incrementa el número de los que conforman el núcleo, razón por la que éste se transforma y da lugar al surgimiento de otro elemento químico. Este proceso es el que se conoce como desintegración beta.

En los electrones              
     Y, ¿qué podemos decir de la contradicción en el electrón? La complejidad de su comportamiento, en el átomo y al interactuar con otras partículas, nos muestra que el electrón es tan inagotable como el átomo; y podemos asegurar que su movimiento y transformación están regidos por la ley de la contradicción. Los descubrimientos futuros no harán más que confirmar esta aseveración.

La contradicción en las partículas subatómicas
     Es importante ver otras formas en que se manifiesta la contradicción en las partículas subatómicas. Cuando los protones, neutrones y electrones interactúan a altas energías, se transforman en una multitud de nuevas partículas, que son inestables; éstas, que hoy ya suman varios centenares, en corto tiempo vuelven a transformarse en partículas estables. Es importante comprender que las partículas inestables no son las constituyentes de los protones, neutrones o electrones. Cuando éstas colisionan a altas energías, no se “abren” y dejan en libertad una lluvia de restos; las partículas que se conforman vienen a ser el producto de la transformación que sufren las partículas subatómicas junto con la energía de impacto (por la ley encontrada por Einstein, de la equivalencia entre la masa y la energía, E=mc2). Es esencial destacar el hecho de que las partículas subatómicas se transmuten unas en otras: desintegración de las partículas inestables, transformación de las partículas y antipartículas en fotones y otras partículas. Ello evidencia que estas partículas poseen una estructura compleja,y, lo que es más importante, todo esto no puede ser sino expresión de la contradicción inherente a la materia, y es la que posibilita las diversas y numerosísimas transformaciones de la misma.

El cambio cuantitativo y cualitativo en el átomo
     Otra de las formas en que se expresa la ley de la contradicción es el cambio cuantitativo y cualitativo. En el terreno que nos ocupa se manifiesta en cómo el incremento de la cantidad en los aspectos de la contradicción lleva, en determinadas condiciones, a un cambio cualitativo, es decir, a un salto en el desarrollo. Específicamente, ¿cómo vemos esto en el átomo? Una expresión es lo que se da en el núcleo atómico con el cambio del número de protones; basta que se  incremente o disminuya un protón en el núcleo de un determinado elemento químico para que genere su transformación, deviniendo en otro elemento cualitativamente diferente.
     Otra expresión es lo que se da con el incremento del número de neutrones. Como dijimos, los protones y neutrones forman una contradicción. Un átomo estable es aquél en el que existe una relación determinada entre el número de protones y de neutrones; sin embargo, esta relación admite un rango de variación en el número de neutrones para un elemento químico determinado. Pero este incremento cuantitativo tiene un límite, a partir del  cual, si es sobrepasado, el núcleo se vuelve inestable; es decir, este aspecto de la contradicción deviene principal, y se entra a un proceso de cambio cualitativo, de salto, y el átomo se divide dando lugar a otros elementos químicos. Por ejemplo, trabajando con elementos que ya naturalmente tienen un elevado número de neutrones, la captura de un neutrón adicional produce la ruptura del núcleo y la formación de átomos de otros elementos. Este proceso es el que se conoce como fisión nuclear, y es claro ejemplo de cómo el cambio cuantitativo lleva, en determinado momento de su desarrollo, al cambio cualitativo, al salto.
     Es necesario precisar que el incremento en el número de neutrones en el núcleo genera también cambios cualitativos parciales; como sucede con los isótopos, es decir, los elementos químicos que teniendo el mismo número de protones y diferenciarse en el número de neutrones siendo el mismo elemento químico, se diferencian por sus propiedades físicas. Como puede verse en los tres isótopos del hidrógeno que se diferencian por: olor, temperatura de fusión y ebullición; el hidrógeno que no tiene neutrón es estable; el núcleo de hidrógeno con un neutrón (deuterio) es una partícula muy valiosa para bombardear núcleos atómicos; el hidrógeno con dos protones (tritio) es radiactivo y se desintegra con bastante rapidez.

La ley de desarrollo en el átomo
     Finalmente, otra forma en que se manifiesta la contradicción es en que la materia en su automovimiento tiende al desarrollo. En relación al tema que tratamos, podríamos precisar que las partículas tienden a la mayor complejidad en su organización, lo que implica la formación de determinadas contradicciones, cuya solución lleva al establecimiento de nuevas contradicciones a través de saltos. De acuerdo a los conocimientos alcanzados hasta hoy, en lo que respecta a los átomos, podemos ver el desarrollo de su organización debido a su automovimiento a partir de los quaks (para no ir más atrás, en esta oportunidad); éstos se organizan en protones y neutrones, que a su vez forman los núcleos atómicos, a éstos se suman los electrones para conformar los átomos; subsiguientemente los átomos se organizan en moléculas cada vez más complejas, alcanzando su máxima complejidad en la materia viva y más aún en el cerebro humano, considerado la más alta organización de la materia.

El microcosmos está ahíto de contradicción y motoriza su desarrollo
     Luego de haber visto de manera somera un conjunto de manifestaciones de la ley de la contradicción en el átomo, podemos afirmar que los descubrimientos científicos muestran fehacientemente que el microcosmos está ahíto de contradicción, y ésta es la motoriza su desarrollo. La naturaleza pregona, pues, dialéctica. Además, es importante comprender que, siendo la materia infinita, el hombre no puede ni podrá conocerla completamente ni a sus infinitas formas, incluido el átomo más pequeño, pues la materia, en todas su partes, no tiene principio ni fin.
     Ante las ideas y teorías seudo científicas que propalan las clases antihistóricas, respondámosles con las palabras de Lenin: “El materialismo dialéctico insiste en el carácter temporal, relativo, aproximado, de todos esos jalones del conocimiento de la naturaleza por la ciencia humana en progreso. El electrón es tan inagotable como el átomo, la naturaleza es infinita, pero existe infinitamente, y este reconocimiento, que es el único categórico, el único incondicional, de su existencia fuera de la conciencia y de las sensaciones del hombre, es precisamente lo que distingue al materialismo dialéctico del agnosticismo relativista y del idealismo.”
     Así, los descubrimientos científicos nos han traído hasta los quarks; la idea de Demócrito, la de los elementos últimos, se ha transferido hasta ahora a partículas mucho más pequeñas como constituyentes de la estructura interna del átomo. ¿Se puede esperar que éstas sean ya las “partículas elementales” e indivisibles? Stephen Hawking, en su difundido
”Historia de tiempo”, dice en relación a los quarks “...Tenemos algunas razones teóricas para creer que poseemos, o estamos muy cerca de poseer, un conocimiento de los ladrillos fundamentales de las naturaleza”, punto fallido del que deriva metafísicamente: “... por lo tanto, debe existir una teoría definitiva del universo”. A lo que podemos responder con el notable físico Enrico Fermi: “En general, se puede decir que en cada una de las etapas de desarrollo de la ciencia denominamos elementales a las partículas cuya estructura desconocemos y que consideramos como puntuales.”
     Podemos afirmar, entonces, en base a la complejidad de su comportamiento e interacción, y de que no existe el conocimiento absoluto, “definitivo”, “último”, como enseña el materialismo dialéctico, que el quark es tan inagotable como el átomo. Está dentro de lo posible que se descubra en el futuro que estas partículas son estructuras complejas, tal como evidencia su comportamiento, y con partes constituyentes. El hombre nunca podrá estar seguro de haber llegado al “ladrillo básico”, porque la materia es inexhausta y está en incesante transformación debido a la contradicción que la motoriza.
     En conclusión, comprobamos que la física contemporánea, al estudiar la naturaleza, pone en evidencia la presencia de la contradicción y da mayor base al materialismo dialéctico, y no deja lugar para el idealismo y la metafísica. Los descubrimientos en el microcosmos muestran la profundización en el conocimiento de la materia, por tanto, nuestra capacidad de transformarla es mayor. Nuestra libertad es cada día más grande. De esta manera. la ciencia está en condiciones de aportar inmensamente a la solución de las necesidades de toda la humanidad; pero no lo hace porque está aherrojada, como parte de las fuerzas productivas, a la propiedad privada que esteriliza y niega su potencial.

Walter Vargas Cárdenas

REFERENCIAS:
-          Paul Davies, John Gribbin: Los mitos de la materia, McGraw-Hill, España, 1995.
-          Stephen Hawking. Historia del tiempo. Del big bang a los agujeros negros. Editorial Grijalbo, Bogotá, 1989.
-          Lenin. Materialismo y empiriocriticismo. Editorial Progreso, Moscú.