miércoles, 13 de octubre de 2010

EL ARTE Y LA LITERATURA COMO INSTRUMENTO POLÍTICO


     Desde la caída del Muro de Berlín y la desintegración de la URSS (89-91), que marcaron el inicio de la ofensiva general del imperialismo y del repliegue político general de la revolución mundial, ha arreciado nuevamente la confrontación entre opresores y oprimidos, en torno a la relación entre la política y el arte y la literatura. Como el tema es importante, vemos la necesidad de abordarlo porque, pensamos, la comprensión de dicha relación servirá al desarrollo del trabajo artístico y literario, a que el arte y la literatura cumplan su función en la lucha por una nueva sociedad.

La contradicción en el arte: arte por el arte y arte como instrumento de la lucha de clases

     Los críticos de arte y artistas de las clases dominantes sostienen que la política no debe entrometerse en el arte, que éste debe ser “puro”, “incontaminado” por la política. De este modo pregonan el “arte por el arte”. Por ejemplo, “Vargas Llosa se sintió terriblemente ofendido con la publicación del libro Edición Extraordinaria de Alejandro Romualdo. Mario dijo que eso no se podía permitir porque la literatura no podía ser dominada por intereses extraliterarios”.1 Muy bien. Pero Vargas Llosa no es consecuente con sus ideas. En palabras de José Miguel Oviedo: “La ideología opera en todas las novelas [de Vargas Llosa], en mayor o menor grado, de manera implícita o explícita. [...] En un grupo de las últimas novelas [...] el aspecto ideológico [y político, añadimos] ha saltado al primer plano, pero es un tema que siempre está presente”.2  Y si las palabras de Oviedo no bastan, recordemos la novela La guerra del fin del mundo, en la que Vargas Llosa condena el uso de la violencia revolucionaria por los de abajo, pero levanta los valores de la clase terrateniente en la persona del Barón de Cañabrava; asimismo, Lituma en los Andes, obra en la que denigra no solo la violencia revolucionaria sino también a los obreros y campesinos andinos.
     Si vamos más allá, el uso político de la literatura se repite también en otros escritores burgueses. Bástenos señalar tres ejemplos: La hora azul, de Alonso Cueto; El cazador, de Pilar Dughi; y Encuentro con Dante, de Alonso Alegría. ¿Quién podría negar que son obras que tienen una intencionalidad política? Defienden el sistema actual y atacan a los revolucionarios, incluso recurriendo a falseamientos grotescos.
     Por otro lado, existen artistas y escritores que tratan temas fantásticos, intimistas, abstractos, pregonan el culto al placer, la literatura light, etc.; temas que aparentemente nada tienen que ver con la política. Sin embargo, lo cierto es que este “desinterés por la política” revela que estos artistas y escritores están conformes con el sistema, es decir, revela una posición política. Con sus obras “divierten”, “distraen”, y de ese modo sirven a que el sistema establecido se mantenga. Su conformismo es una forma de sostener el orden social imperante.
     Ahora bien, ¿cómo se explica que Vargas Llosa se ofenda con el uso político de la literatura, pero a la vez se valga de ella para hacer política? ¿Cómo se explica que gente que jura practicar un arte apolítico termine haciendo política? La respuesta, a nuestro modo de ver, radica en lo que afirma Mao Tse-tung: “No existe, en realidad, arte por el arte, ni arte que esté por encima de las clases, ni arte que se desarrolle al margen de la política o sea independiente de ella. [...] El arte y la literatura están subordinadas a la política, pero, a su vez, ejercen una gran influencia sobre ésta.”3 
     La historia del arte y la literatura, desde el surgimiento de las clases sociales, está poblada de obras monumentales que reflejan la sociedad de su tiempo, y son claros ejemplos de que la literatura es un instrumento de la lucha de clases, responde a precisos objetivos políticos. Ahí tenemos la Ilíada que refleja el espíritu del pueblo griego y sirvió a su unidad; la Divina comedia, donde se expresa la lucha por separar el poder vaticano del Estado; El Quijote, que golpea a la feudalidad que había empezado a hundirse, junto con todos sus valores caballerescos, bajo la fuerza del capitalismo naciente; Guernica, que es una estremecedora denuncia de la agresión fascista en España y un bello canto a la resistencia del pueblo español. Ningún espíritu sensible a la vida puede ponerse al margen de los hechos sociales y de los intereses clasistas de su tiempo.
     Entre las obras de artistas y escritores peruanos, bástenos mencionar España, aparta de mí este cáliz, en la que César Vallejo toma posición por las fuerzas progresistas en la guerra civil española y combate el fascismo que amenazaba al mundo; así como Todas las sangres, novela en la que José María Arguedas nos muestra la sociedad peruana, desde los intereses del pueblo y la nación, en el contexto de la lucha campesina de fines de los años cincuenta e inicios de los sesenta del siglo XX, y la aguda contienda con los terratenientes y la acción del imperialismo.
     Por estas razones nos adherimos a la posición de que, en verdad, no existe “arte por el arte”, ni arte que esté por encima de las clases sociales. Quienes siembran apoliticismo en el arte, pretenden esconder su política retrógrada, sectaria, de acallar la crítica y combate al sistema desde el terreno del arte y la literatura, mientras enarbolan las traposas banderas del neoliberalismo, cuando los pueblos y naciones oprimidas del mundo luchan por sus derechos y se preparan para las futuras jornadas por venir.
     Los artistas y escritores del campo popular comprendemos que todo arte y literatura pertenecen a una determinada clase social y están subordinadas a sus intereses. No es posible escapar a este designio. Comprendiendo esta realidad, y en ejercicio de nuestra libertad, nuestro trabajo artístico lo concebimos en función de la lucha del pueblo por su emancipación.
     Abordemos el tema ahora desde otros ángulos, para ahondar en su comprensión.

Arte y realidad

     Los artistas viven en la sociedad y actúan en ella; no pueden ponerse al margen de su tiempo ni de las luchas sociales. Por tal razón, todo artista, de una manera u otra, refleja la sociedad desde una concepción del mundo y asumiendo determinados intereses de clase.
     Los artistas y escritores de las clases dominantes sostienen, con algunos matices, que su trabajo creativo está ligado únicamente a su experiencia individual, a su mundo interior; y si reflejan el mundo exterior lo deforman, lo convierten en irreal, o, a lo más, reflejan parcial o episódicamente la realidad, debido a sus intereses de clase. En este sentido resulta expresivo la opinión de Iván Thays: “Cueto y Ampuero son los escritores que retratan la realidad limeña”,4 como si Lima empezara y terminara en los barrios residenciales que retratan dichos escritores; en todo caso, se trata solamente de la Lima de la minoría.
     Las ideas, los pensamientos son reflejo (fiel o distorsionado) de la realidad material. Y como cada persona ocupa un determinado lugar en la producción (como burgueses u obreros, campesinos o terratenientes, etc.), sus ideas y pensamientos están teñidos por la política, por los intereses de la clase social a la que pertenece o de la que defiende. Lo que algunos artistas burgueses consideran “su experiencia” refleja, de una manera u otra, la visión de la clase por la que han tomado posición; “sus obsesiones profundas” son las que corresponden, en mayor o menor medida, a las de su clase social. Por ejemplo, Vargas Llosa, en Lituma en los Andes, distorsiona el mundo andino y a sus hombres a fin de combatir la revolución; la pintura abstracta, que refleja las “interioridades” de sus autores, expresa el pesimismo y la falta de perspectiva de la burguesía; o los cuadros de Tola, de los ochenta, reflejan el temor de las clases dominantes frente a una amenazante guerra popular. En cambio, cuán diferente es el tierno manto andino tejido por José María Arguedas en Yawar fiesta o Los ríos profundos.
     Para nosotros, la vida social del hombre es la única fuente del arte y la literatura. Y la vida del pueblo es la más rica en matices, como son también los sentimientos profundos que impulsan a sus hijos en su lucha por un mundo mejor.
         Es cierto que la obra de arte solo comprende una parte de la realidad. No puede abarcar toda. Es imposible. Sin embargo, ella expresa aspectos esenciales de la vida social entera, en sus proporciones correctas, en sus contradicciones fundamentales, en la dirección de la historia. De manera que lo que se compara entre arte y realidad no son los detalles, sino totalidades; y la obra, como reflejo de una parte de la realidad, debe superarla en intensidad, en generalidad. La vida reflejada en las obras artísticas y literarias debe estar en un plano más alto, ser más intensa, más concentrada, más típica, de esta manera resultar más universal que la realidad de la vida cotidiana, como nos enseña el maoísmo. El arte no es, pues, la reproducción o reflejo naturalista, fotográfico de la realidad, porque este reflejo resulta superficial y no penetra en las esencias. Se requiere de la imaginación, de la fantasía, para penetrar en las profundidades de la realidad y extraer lo sustancial a partir de un fragmento de la realidad. En este proceso, los artistas y literatos expresan su concepción del mundo, sus simpatías y antipatías políticas, así como los  intereses económicos que defienden.
     El arte que trasciende da siempre forma a hombres concretos en situaciones concretas, con sentimientos concretos, hasta la materialización de personajes típicos, con caracteres típicos y en situaciones típicas; refleja en la totalidad de la obra un típico estadio de la sociedad y su sentido histórico. Así, la creación de grandes figuras típicas, como Odiseo, Fausto o Pedro Besukov, por ejemplo, es indesligable de las características típicas de la sociedad que las engendró, a través del genio creador del artista.
     Entonces, los artistas que nos identificamos con el pueblo, debemos poner la política al mando en nuestro trabajo creativo para elevar los fenómenos cotidianos hasta lo general, tipificar las contradicciones y luchas existentes en la sociedad; de esta manera crear obras capaces de despertar a las masas, inflamarlas de entusiasmo e impulsarlas a la unidad y a la lucha para transformar el mundo. Así servir a la lucha del pueblo desde el terreno del arte y la literatura.

Política,  libertad creativa y militancia

     Con frecuencia se escucha que es riesgoso o perjudicial poner el arte al servicio de una determinada política. Pero, veamos, ¿la política constriñe la libertad de creación y perjudica el arte?
     En el caso de la política burguesa esto es cierto, porque ésta manda defender el sistema, y no puede haber nada más castrante que defender un sistema caduco, un orden en hundimiento. Al defender el orden, el artista burgués necesariamente falsea la realidad. Si no lo hace, mostraría todas las miserias esenciales del sistema y la necesidad de transformarla. Entonces, por intereses políticos, están constreñidos a mostrar fenómenos, anécdotas, visiones parciales, y hacerlo pasar por la realidad. Además, la libertad creativa del artista burgués es una libertad supuesta, porque depende del dinero de la burguesía, del mercado creado por su gusto mediocre. Por esta razón, por ejemplo en Lima, la pintura abstracta es la que predomina porque es la que más compran hoy los burgueses; o a nivel mundial, prolifera la literatura light, promovida por los monopolios editoriales, así como la metaliteratura y la literatura fragmentada, ya que, según las clases dominantes, en la “postmodernidad” las ideologías han caducado, como también los ideales y preocupaciones sociales por construir un mundo mejor, y solo queda pregonar el individualismo a ultranza, desviar a la juventud con el culto al placer y, tras el cosmopolitismo proimperialista, socavar la lucha nacional.    
     En cambio, ponerse bajo la guía de la política proletaria permite desarrollar la creatividad artística. El Presidente Mao enseña: “[El arte en la China socialista] debe reflejar las características de los tiempos y de la nación. Al tratar de lograr esto no deberíamos evitar la experimentación. […] No queremos la uniformidad absoluta. La uniformidad lleva a escribir en fórmulas.”5 Asimismo, sostiene que “para promover el desarrollo del arte […]. Pueden desarrollarse libremente distintas formas y estilos en el arte [...]. Consideramos que es perjudicial al desarrollo del arte […] recurrir a medidas administrativas para imponer un particular estilo de arte […] y prohibir otro”.6
     La causa del pueblo es una tarea inmensa, y queda mucho por hacer; de ahí que requiere la máxima energía, la máxima creatividad. Requiere que el artista y el escritor desplieguen todas sus potencialidades para investigar el pasado para que sirva al presente, lo viejo a lo nuevo y lo extranjero a lo nacional; investigar para abordar nuevos temas, experimentar nuevas formas y técnicas. Exige estudiar las leyes de la creación artística y literaria y así dotarse de una sólida teoría y aportar a la especificación de dichas leyes para nuestro trabajo concreto; exige estudiar la sociedad y sus leyes para así reflejar sus contradicciones sustanciales y el sentido de la historia, así como para darle forma nacional a sus obras.
      Por otro lado, se dice que la militancia partidaria limita, restringe la libertad de los artistas. Más aún, a los comunistas se les endilga promover un arte dogmático, en base a “normas”, a “recetas”, a “patrones” impuestos autoritariamente. Respondemos con la práctica de los artistas que asumieron la ideología y política proletarias, incorporándose a las filas de la vanguardia organizada de la clase obrera. Ahí tenemos a nuestro César Vallejo, innovando la poesía, a Bertolt Brecht haciendo lo propio en teatro, a Serguei Eiseintein transformando el cine en arte, a David Alfaro Siqueiros dando nuevos rumbos a la pintura, para citar sólo a algunos de los más destacados. Ya César Vallejo concluyó al respecto: “El tipo perfecto de intelectual revolucionario, es el del hombre que lucha escribiendo y militando simultáneamente”.7
          Lo que ya vimos en la historia. Como dice José Carlos Mariátegui: “En los periodos tempestuosos de la historia, ningún espíritu sensible a la vida puede colocarse al margen de la política. [...] Dante intervino ardorosamente en política y esa intervención no disminuyó, por cierto, el caudal ni la prestancia de su poesía”.8 Asimismo Engels, acerca de los grandes artistas del Renacimiento dice: “lo que sobre todo los distingue es el hecho de que casi todos ellos vivían y se afanaban en medio del torbellino del movimiento de su tiempo, entregados a la lucha práctica, tomando partido y peleando con los demás, quiénes con la palabra y la pluma, quiénes con la espada en la mano, quiénes empuñando la una y la otra. De ahí aquella fuerza y aquella plenitud de carácter que hace de ellos hombres de una pieza.”9    
     Lo planteado no implica que preconicemos solo el arte proletario y nos opongamos a que el pueblo desarrolle su arte. Lo que nos preocupa es que el arte y la literatura proletarios no se expresan aún como debieran, frente a un arte popular masivo, especialmente del campesinado y la pequeña burguesía, que requiere del rumbo político del proletariado para que sirva mejor a la nación y a la lucha contra el imperialismo.
     Entonces, queda demostrado, a la luz de la práctica que es criterio de verdad, que poner la política proletaria al mando del trabajo artístico y literario, o asumir la militancia partidaria, no constriñen la creatividad, no implican esquematismo ni la imposición de normas rígidas. En contra de lo que imputan los burgueses, la ideología y política proletarias potencian la creatividad y permiten desarrollar el arte y la literatura, innovándolas. Y es que, como ha sucedido en la historia del arte, sus figuras más grandes son aquellas que frente al nuevo contenido, generaron nuevas formas, dando nacimiento a un arte nuevo.

La política guía el arte y la literatura
    
     El arte es el reflejo de la realidad en el cerebro de los artistas, de acuerdo a su experiencia social, quienes lo materializan en sus obras a través de imágenes artísticas y aplicando las leyes de la creación artística. Y por medio de sus obras, las ideas y la intención del artista son asequibles a la percepción de los hombres y son capaces de influir en ellos. Resaltando la belleza de unas cualidades y la fealdad de otras, el arte influye sobre los hombres; esto es, con medios estéticos cumple su función social.
     La política es la lucha de clases por el Poder; la lucha entre explotadores y explotados, entre opresores y oprimidos, por conquistar, defender o mantener el Poder.
     En esta lucha, las clases sociales emplean diversas armas. Una de éstas es el arte. De manera que éste es un instrumento político. Desde que existen las clases sociales siempre lo ha sido. Lo que sucede es que todas las clases explotadoras en su decadencia pregonan la independencia de la política respecto al arte y ponderan la forma artística.
     Visto así, el arte está subordinado a la política. Ésta le guía, y las clases sociales lo emplean en su lucha por el Poder político. Por tal razón, cuando se hace equivaler el arte a la política se resbala en propaganda, en cliché, lo que no permite plasmar una obra artística. Ello revela empirismo; en unos por desconocimiento de las leyes de la creación artística y, en otros, por dogmatismo, por falta de creatividad. La mente dogmática, por ser floja, no crea, se limita a trasladar las consignas políticas al papel. La concepción proletaria la empuñamos para comprender el mundo, la sociedad y sus contradicciones, el arte y la literatura, y no con el fin de escribir disertaciones filosóficas en nuestras obras artísticas y literarias. El método de creación permite construir una obra artística a partir de la realidad, y reflejar sus contradicciones internas con sentido histórico.
     El arte tiene un contenido ideológico y un contenido político, que en la obra de arte se expresan bajo forma sensible; y es esta sensibilidad estética la que mueve la conciencia. Para ello, hay que llevar la política al arte de un modo natural, interno, según leyes específicas, no de un modo artificial, externo. En concreto, implica aplicar lo que enseña Engels: “Vale más para la obra de arte que las opiniones (políticas) del autor permanezcan escondidas”; 10 que “la tendencia [política] debe resaltar de la acción y de la situación. Sin que sea explícitamente formulada, y el poeta [y artista en general, añadiríamos] no está obligado a dar al lector la solución histórica futura de los conflictos que describe. [...] en mi opinión, una novela de tendencia socialista llena perfectamente su tarea cuando, por una pintura fiel de las relaciones reales, destruye las ilusiones convencionales, rompe el optimismo del mundo burgués, constriñe a dudar de la perennidad del orden existente, aunque el autor no indique directamente solución, aunque, dado el caso, no tome ostensiblemente partido”.11 Y que resulta reprobable “entre los literatos de segunda categoría, suplir la mediocridad de sus productos con alusiones políticas, seguros de llamar la atención”.12

Poner la política al mando en contenido y forma

     La obra de arte está constituida por dos aspectos de una unidad dialéctica: contenido y forma, entre los que debe haber correspondencia en el más alto nivel posible.13
     ¿Cómo probar que el contenido de una obra está bajo el mando de la política? La idea básica de una obra, la historia, el perfil de los personajes, etc., están subordinados a la concepción del mundo y los intereses políticos del autor, así no sea conscientemente. El contenido es una manifestación del pensamiento del artista, de su consciencia de la realidad y de su ubicación dentro de la sociedad, de si es explotado o explotador, oprimido u opresor. Por tal razón, el contenido obedece a una política determinada. Por eso, artistas ubicados en campos opuestos de la sociedad tienen enfoques diferentes sobre un mismo tema. Así, el tema de la nación en el Perú es abordado de una manera por Vargas Llosa, en Lituma en los Andes, y de otra, opuesta, por José María Arguedas, en Todas las sangres; no simplemente porque las historias son diferentes, sino debido a las concepciones antagónicas de los autores y su intencionalidad política; de ahí que, por ejemplo, los campesinos y obreros denigrados por el primero, son los héroes del segundo, y viceversa.
     Visto así, somos de la opinión de que el contenido de nuestras obras debe situarse siempre dentro de las exigencias de la lucha de clases, en un momento concreto; mostrar las aspiraciones de las masas populares, sus ideas, luchas, heroísmos, victorias y aleccionadores fracasos, las experiencias y enseñanzas de cada jornada, de cada paso hacia la consecución de la meta de la humanidad.
     En cuanto a la forma, es extendida la opinión de que ésta es un problema de técnica e independiente de la política. Pero, ¿cómo se manejan los aspectos formales? El tipo de lenguaje artístico empleado, los recursos materiales figurativo-expresivos aplicados, la estructura, la composición, el montaje y todos los elementos que constituyen la forma, evidencian la sensibilidad, el alma del artista. Como dice César Vallejo: “la técnica […] pone siempre al desnudo lo que, en realidad, somos”; y concluye: “Dime cómo escribes y te diré lo que escribes”.14 Visto así, la forma, y la técnica dentro de ella, no se presta a la falsificación ni a la simulación. Evidencian la verdadera sensibilidad de un hombre, ponen al desnudo lo que en realidad somos y sentimos, revelan nuestra personalidad, nuestras intenciones, nuestros intereses de clase.
     Si vemos el lenguaje literario, el empleado por los escritores del pueblo es el castellano peruano que se va concretando, un lenguaje creado y enriquecido por las masas populares, en el que late el espíritu nacional; mientras que el empleado por los escritores burgueses está dominado por un cosmopolitismo proimperialista, y cuando pretenden emplear el lenguaje de las masas lo hacen despreciativamente. De manera similar, en el medio ambiente retratado, los primeros ponen de manifiesto la vida del pueblo y las particularidades de la nación en forja, mientras que los segundos, tras ese cosmopolitismo, si no huyen hacia escenarios europeos o norteamericanos, observan la realidad del país con el cristal de sus amos imperialistas. De esta manera evidenciamos que la política está al mando del lenguaje literario y artístico, como de todos los elementos formales.
     Los artistas burgueses copian las formas artísticas del extranjero. En cambio, quienes hacemos obras para las masas populares y tomamos las particularidades nacionales, asimilamos lo extranjero con espíritu crítico, para que sirva a lo nacional, así como lo viejo a lo nuevo y el pasado al presente. Lo que nos permite separar el grano de la paja es la política. De manera que los colores y matices que usemos, el lenguaje que empleemos, la composición y estructura que demos a las obras, los tipos de recursos expresivos que usemos, el cómo abordemos el montaje de nuestras obras, etc., etc., todos los elementos formales están bajo la guía de la política, están en función del contenido que pretendemos transmitir, del efecto que buscamos en nuestro público.
     Lo visto lleva a preocuparnos y esforzarnos por echar raíces profundas en la ideología y política del proletariado, de manera que lo expresemos en el contenido y la forma de nuestras obras.
     Por estas razones nos reafirmamos en la gran condensación y directriz establecida por el más grande maestro del proletariado peruano: “Poner la política al mando en arte y literatura es poner la política al mando tanto en el contendido como en la forma; la cuestión no es ‘contenido político’ y ‘forma artística’ como si la ‘forma artística’ escapara a la política.”

     Todo lo expuesto está sintetizado por Mao Tse-tung en los siguientes términos:

     En el mundo actual, toda cultura, todo arte y literatura pertenecen a una clase determinada y están subordinadas a una política determinada. No existe, en realidad, arte por el arte, ni arte que esté por encima de las clases, ni arte que se desarrolle al margen de la política o sea independiente de ella. [...] El arte y la literatura están subordinadas a la política, pero, a su vez, ejercen una gran influencia sobre ésta.15
   
     La política no equivale al arte, ni una concepción general del mundo equivale a un método de creación y crítica artísticas. [...] [En] toda sociedad de clases, cada clase tiene sus propios criterios político y artístico. Pero todas las clases, en todas las sociedades de clases, siempre colocan el criterio político en primer lugar y el artístico en el segundo. [...] Lo que exigimos es la unidad de la política y el arte, la unidad del contenido y la forma, la unidad del contenido político revolucionario y el más alto grado posible de perfección de la forma artística [...]. Por progresista que sea en lo político, una obra de arte que no tenga valor artístico, carecerá de fuerza. Por eso nos oponemos, tanto a las obras artísticas con puntos de vista políticos erróneos, como a la creación de obras al ‘estilo de cartel y consigna’, obras acertadas en su punto de vista político pero carentes de fuerza artística. En el problema del arte y la cultura, tenemos que sostener una lucha en dos frentes.16

Conclusiones y tareas

     De lo expuesto y fundamentado, concluimos: El arte y la literatura son instrumentos políticos, son instrumentos de la lucha de clases por el Poder. Los artistas y escritores del pueblo debemos preocuparnos por comprender teórica y prácticamente, y, de este modo, usarlos abiertamente; solo así podremos servir a que el pueblo se prepare para las futuras jornadas por venir. Actuar conscientemente poniendo la política al mando, demanda estudiar la realidad bajo la luz de la concepción científica del proletariado, así como las leyes de la creación para reelaborar la realidad. Preocuparse por la repercusión de nuestras obras en las masas populares y ver si cumplen su función social.
     El país ha vivido una guerra interna, hecho de indudable trascendencia histórica, y las heridas abiertas en el enfrentamiento, que involucran al conjunto de la sociedad, no terminan de cerrarse por responsabilidad de las clases que detentan el Poder. Esta realidad demanda una solución política, una amnistía general en función de la reconciliación nacional, a cuya concreción debemos servir con nuestro trabajo artístico y literario. Parte de la situación pendiente es que la legislación de tiempos de guerra se mantiene en lo sustancial y, pese a que la guerra ya concluyó, se la extiende a la protesta popular. De ahí la importancia de la brega, desde el arte y la literatura, por los derechos fundamentales, dentro del nuevo momento de la lucha popular que vemos reimpulsarse por acción de la masas que han elevado su conciencia política al influjo del movimiento de transformación más grande que hemos vivido.
     Como parte de esta brega se encuentra la bandera de lucha por los derechos del arte y de los artistas, para servir a preparar el terreno para el futuro del pueblo. Lo que demanda: Defender nuestro arte tradicional, nuestro arte popular y nuestro arte proletario, para desarrollar nuestra nación contra el dominio imperialista, principalmente yanqui; por ello, es necesario que todas las clases sociales que conforman el pueblo hagan su arte, desplegando creatividad y bajo el mando de la política. Desarrollar el arte proletario como directriz y el arte popular como base; y contraponerlos al arte de las clases dominantes. Sacar lección de lo avanzado en el mundo y en el país, especialmente de los tiempos de guerra interna. Esforzarse por que no sea repetición ni copia, que sea lo propio y lo nuevo, que exprese la nación en formación, la lucha contra las tres montañas que oprimen al pueblo: el capitalismo burocrático, la semifeudalidad y el imperialismo, y a la vez exprese lo nuevo, la perspectiva, la meta.
     Vivimos la era de las grandes transformaciones sociales. Actualmente, tanto en el país como en el mundo, la bruma se despeja gracias a los nuevos vientos de lucha popular, que con el correr de los años, a no dudarlo, irá gestando y produciendo grandes y más altas olas que transformarán la faz de la Tierra. Nuestro destino, como trabajadores del arte de las filas del pueblo, es indesligable de este proceso. Nuestra responsabilidad consiste en prepararnos conscientemente para cumplir nuestro papel al servicio de las futuras jornadas por venir, empleando el arte y la literatura como instrumento de la lucha de clases, poniendo la política proletaria al mando.

Walter Vargas Cárdenas
Abril 2010



1        En Artes y Libros, Nº 12. Revista de la Biblioteca Nacional del Perú, diciembre 2005.
2        En Fama, de La República, Lima, 22 abril 2001.
3        Mao Tse-tung. Obras Escogidas, T. III. Pekín: Ediciones de Lenguas Extranjeras, 1972, p. 85.
4        En La Primera, Lima, 25 de febrero de 2006.
5        Mao Tse-tung. Conversaciones con trabajadores de la música, 1956.
6        Ídem, Cinco tesis filosóficas. Pekín: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1971, p. 207
7        Vallejo, César. El arte y la revolución. Lima: Mosca Azul Editores, 1973, p. 15.
8        Mariátegui, José Carlos. Signos y obras. Lima: Editora Amauta, 1978, p 125.
9        Engels, Federico. Dialéctica de la naturaleza. México: Grijalbo, 1961, p. 4.
10    Ídem. Carta a miss Harkness. 1888.
11    Ídem. Carta a Minna Kautsky. 1885.
12    Ídem. El Estado prusiano. 1851.
13    Nueva Crónica, Nº 2. Lima, 2007, pp. 3-6.
14    Vallejo, César. Ibídem, pp. 67, 68.
15    Mao Tse-tung. Obras Escogidas, T. III. Pekín: Ediciones de Lenguas Extranjeras, 1972, p. 85.
16    Ídem. Ibídem, pp. 88-89.


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